20 de abril de 2008

Declaración de intenciones




Sí, puede que la canción sea una horterada. Lo reconozco. Pero esta mañana ha sido parte de la banda sonora de mi clase de spinning y la verdad es que me ha ido la mar de bien. Me ha parecido una declaración de intenciones en toda regla. Y la he hecho mía. La ha puesto el monitor -un brasilero supersimpático, que antes de comenzar le da las gracias al sol por salir- hacia la mitad de la clase, cuando las fuerzas te flaquean, sudas como un caballo, piensas que no vas a llegar al final, te miras en el espejo y piensas: Oh-Dios-mío-y-yo-con-estos-pelos, mientras en la primera fila un grupo de tres o cuatro chicas monísimas de la muerte sudan con estilo. Qué fuerte, no? Y mientras tú pareces un jacksonfive, con todo el pelo erizado, los rizos descontrolados, toda la sangre concentrada en tu cara, la boca como un zapato y el corazón en plena batucada, ellas, impecables, le sonríen coquetas al profesor. Cómo harán para coordinar sonrisa, ojitos, piernas, brazos...? En esas estaba, preguntándome cómo se hará para tener estilo hasta en el gimnasio, cuando ha sonado El Sueño de Morfeo y...la letra no está mal. Y me ha dado fuerzas, poca coña.

Hace poco escribía en este panel de confesiones que la música me ha salvado la vida. Y creo que ahora debería añadir el deporte. Porque una hora de deporte bastará para sanarme. Ayer leía en La Vanguardia que hay ejercicios que curan. Decían en el artículo que correr puede ser una buena forma de plantar cara al cáncer, y que los ejercicios de fuerza y flexibilidad, además de los deportes en equipo, alejan los síntomas de la depresión. Curioso, no? En vez de ir al psicólogo, podríamos todos empezar a sudar la camiseta en el gimnasio. A mí, también lo reconozco, me sirve de mucho. En esos días tristes grises y oscuros que uno omite en su biografía -lo canta Isma- cuando no te aguantas más, cuando la ansiedad te puede, no te deja concentrarte, ni estar sentada, ni de pie, ni leer, ni escribir ni nada, cojo la mochila y vuelo para el gimnasio. La sola decisión de irme para allá ya me alivia.

Cuando practicas deporte, liberas endorfinas que hacen que te sientas eufórico. Eso es un hecho científico. Y me contaba ayer mi amiga Amélie que hacer deporte es como practicar sexo o tomar una taza de chocolate. El cerebro reacciona igual, liberando esas sustancias endomórficas, que tienen efectos más potentes que los más potentes opiáceos, como la coca o la heroína. Que te hacen sentir bien; que te elevan la autoestima; que te dan un subidón de alegría, aunque sea momentáena. Y es cierto. Unas cuantas piscinas, una clase de spinning, de Gac, de bodypump, media hora corriendo, canalizan mi energía negativa, que se va por el sudor. Me relajan, me calman el humor, me hacen sentirme un poquito bien para poder volver a casa y enfrentarme de nuevo a la vida. Yo creo que los médicos podrían comenzar a recetar deporte contra la trsiteza. ¡Es la medicina del futuro! Estoy segura de ello. En lugar de prozac y antidepresivos, una sesión de voleibol, una excursión en bici por la montaña, o una partida de bádminton. Divertido, sano y más barato. Haced la prueba, funciona.

Yo he acabado mi clase de spinning chorreando, pero con una sonrisa de oreja a oreja. Aunque intuyo que todo no tiene que ver con el deporte. C, el brasileiro monitor, también tiene buena culpa de ello. Es increíble el buen humor que siempre gasta. Intenta hacer bromas, que bailemos, que juguemos durante un rato con él. Pero nosotros, nada. Sosos a más no poder. Ni siquiera le contestamos y sólo algunos nos atrevemos a reírnos con sus bromas. ¿Qué hará aquí un brasileño?? Pobre.. Ánimos C! Cuando sea mayor o cuando no aguante más esta realidad, haré las maletas y me exiliaré al Brasil, el país de la alegría y el sol eterno.

Y para acabar, una canción:

The Smiths, Esa luz nunca se apagará

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