4 de mayo de 2008

Historias Mínimas



Me llamas. ¡Has vuelto! Pero cuánto te he echado de menos. ¿Cómo es aquello? ¿Te ha gustado?

Aunque me haga la dura, en verdad soy una blanda blandísima. Blandiblú total

Aunque me haya resistido a mandarte señales de humo, mensajes paracaidistas que te encontraras enganchados por las esquinas de la gran ciudad, que te calaran, que te empaparan, que se te colaran en la maleta, entre la ropa limpia; enntre la pasta de dientes y el cepillo; debajo de la almohada; que se te enredaran entre las neuronas.

Tú también, me dices. Sonrío. ¿Cenamos? Vale. Te paso a buscar. Y me siento como la noche de antes de que vengan los Reyes. Tan nerviosa que voy por la casa dando saltitos, como un cangurito.

Vino, luz tenue, comida rica. Me enseñas miles de fotos. Me explicas, feliz.

Y yo te miro e imagino.

Ése es mi problema. Demasiado cine. Que veo mi vida en 24 frames. En plano general que pasa con un barrido a un primerísimo primer plano. Como en todas las pelis de amor con final triste. Que me paso el día escribiendo películas, rodando escenas. Inventando posts para mandarte señales de humo. Y claro, a veces, entre tanta dirección artística me pierdo la vida real. Y me queda un corto kitsch, infumable, de esos que te cuelan en los festivales culturetas, sin pies ni cabeza, sin ton ni son.

Y es difícil seguir el guión cuando te faltan la mitad de las hojas. Y está claro que inventar no se me acaba de dar bien.

Demasiada literatura. Demasiadas canciones de amor. Demasiados episodios de luz de luna.

¿Vamos a tu casa? Claro, digo. Y me sorprendo. ¿Pero cómo claro? Porque entonces recuerdo y sé qué pasará. Pero, ¿y si hoy es distinto? Ilusa. Nada cambia. Y de repente los violines se esfuman y comienza a sonar nuestra banda sonora real.

No puedo. Me gustaría. No puedo. Ya lo sabes. Dame tiempo. No quiero hacerle daño. No puedo. Me encantaría. Pero no puedo. Me voy.

Y entonces mi cama se convierte en una terrible piscina. Como en aquella peli de Pesadilla en Elm Street. Y me hundo. Intento nadar y nadar, pero no puedo. Los brazos me pesan toneladas, siento que la vejiga se me hincha y se hincha, como los cuellos de los sapos. Llena de piedras. Como el lobo feroz. Y me voy irremediablemente hacia el fondo. Y me ahogo. Y me muero un poquito. Y me prometo que dejaré de escribir guiones, que dejaré de mandarte mensajes paracaidistas, que dejaré de buscarte entre las líneas de los libros, que dejaré de imaginar que es domingo por la tarde de mínimas historias. Que dejaré de dibujarte árboles naranjas. Que cerraré la puerta.

No puedo. Me gustaría. Eres excesiva. No puedo. Ya lo sabes. Qué exagerada eres. No puedo. Me encantaría. No puedo. Me voy.

4 comentarios:

Clara dijo...

me suena, me suena...pero si, valor, per tu mateixa, per nosaltres, perquè les coses clares i la xocolata espesa. Que tot arriba quan ha d'arribar, que el agua fluya...petonets

Cristinette dijo...

Doncs això, Clairmatin, que l'aigua flueixi i ens porti cap a altres paisatges. Que deixem de ser catarates del niàgara per convertir-nos en el lago azul. Que ya nos toca

C*

Jaime dijo...

vuelco.

Anónimo dijo...

esta super bien escrito, Cris, me encanta!
Y quien no soporte a l@s excesiv@s, q se jorobe! ellos se lo pierden ;-)
Sikus,
Yamabuki, excessive aussi