2 de diciembre de 2009

La mesa de trabajo de Picasso


A veces, no sé cómo, se me acumulan en la mesa de trabajo miles de objetos. Creo que tienen vida propia y aunque los deje en otro rincón de la habitación, o en alguna estantería, cuando me giro y no los veo, emprenden la marcha de nuevo y se amontonan, unos encima de otros, por la impresora, encima del teclado del ordenador, junto al ratón. A veces, al principio, no me doy cuenta. Y sólo cuando llevo un rato trabajando, noto que estoy incómoda y me descubro encogida, intentando manejarme entre tanto trasto. Un caos, vamos. Me niego a creer que sea desordenada. ¡Más bien se trata de una rebelión!


A veces, no sé cómo, se me acumulan cosas en la vida. Y ayer hablando con Miss Caos sobre Picasso, me contó una anécdota que hoy creo que me viene la mar de bien. Resulta que al genial pintor le ocurría algo parecido. Cuando se disponía a dibujar, tenía nque abrirse paso entre cuadernos, botes de pintura, hojas, paletas... Y con algo más de genio del que yo tengo, apartaba todo, ¡zás! ¡zás!, hasta dejar la mesa limpia. Entonces, sólo entonces, se ponía a dibujar. Porque con tanta cosa molestando, es más difícil centrarse, concentrar nuestra atención en algo.ç

Me decía Miss Caos que ésta es una buena metáfora de la vida. Y es cierto. En ocasiones tendemos a acumular responsabilidades, personas, hábitos, incluso lugares, que no nos dejan ver. Nos llenamos hasta las cejas de cosas, tantas, que no nos dejan ver más allá. Y creo que a veces vale la pena detenerse y pensar por un momento. Observar y observarnos desde fuera. Intentar tener algo claro qué queremos y entonces limpiar nuestra mesa de cosas que no suman.

Estos días ando enfrascada en la lectura de Elogio de la lentitud, un libro casi terapéutico que mi buena amiga A me recetó ante mi crispado estado de aceleración. Y creo que la anécdota de la mesa picassiana mucho tiene que ver con lo que Carl Honoré, el periodista que escribe este manual pro slow life, cuenta. A veces vamos tan y tan rápido por la vida, que no tenemos tiempo para dedicarnos a lo que de verdad importa. Y tampoco para deternenos, pensar, y decidir qué dejar en la mesa, qué quitar.

Yo, de momento, me contento con poder parar, de vez en cuando, y echarme un vistazo. A ver...

1 comentario:

Bellatrix dijo...

Hace unos días tuve que deshacerme de un objeto en mi mesa que me dolió mucho tirar. Hay momentos en que todavía acaricio el espacio que ocupaba y lo recuerdo ahí puesto, pero ya no había espacio para el cachibache ese, no me servía de nada ya. Y eso que había llegado a pensar que era indispensable. Ahora su espacio ha quedado vacío y tengo más para las cosas que importan. Pienso que es cierto, nos cuesta ver lo que vale y lo que no vale. Picaso hablaba de la importancia de ese espacio, tan necesario para respirar, para trabajar, para vivir.

Besazos, preciosa!