26 de diciembre de 2009

Regalos navideños



X lleva días, muchos días, pensando qué regalarle a Y. Desde hace tiempo, porta consigo una libretita y se apunta cada cosa que Y dice que le gusta, o que cree que a Y le hace falta. Hoy la mira, y la remira. La lista. Uf. No sirve. No quiere regalarle ni un libro, ni un disco, ni ropa, ni unas entradas para el teatro. X, algo cabizbaja, comienza a caminar por la habitación, se detiene junto a la ventana y mira a los vecinos de enfrente, enzarzados en la cama. Contándose secretos al oído.

De repente, el corazón le da un vuelco. ¡Ya lo tiene!

Y lleva mucho tiempo triste, decaído. Así que a X se le ha ocurrido que le preparará un pack de primeros auxilios antidías grises. Ha entrado corriendo en su habitación, se ha sentado al escritorio y se ha puesto a dibujar, a recortar, a pegar. Ha hecho una cajita, de color crema, con muchos dibujos. Con un pez enorme, de rayas. Con un árbol pequeñito, naranja. Con un campo de girasoles. En la tapa superior, le ha puesto una foto, de un viaje a punto de empezar. Para que Y, cada día que mire la caja, pueda sentir y pensar que hoy empieza todo. Que cada día puedes emprender un largo viaje, una aventura. Un cambio, un camino.

Caja lista. ¿Y dentro?, se pregunta X. Dentro... piensa y piensa y... coge un frasquito de cristal verde clarito y le pone cientos, miles de letritas, para que reescriba cada capítulo de su vida que no le guste. Al lado, cuidadosamente, deposita un paquetito de abrazos energéticos, de esos que cuando los das notas un chispazo desde el cogorote hasta la planta del pie, con piruetas en el estómago y en el pecho. en la parte de abajo, hay una cajita repleta de besos salvavidas, de besos curalotodo; un corazón envuelto en papel de celofán, latente, latiendo. E infinidad de caramelos de naranja por todas partes. También hay un par de tarrinas, una de minutos preciosos, y otra de historias con final feliz. Y un refugio, en el que poder esconderse cuando el mundo le vaya demasiado grande.

Cuando acaba de poner todas las cosas en la cajita, X la mira, satisfecha y contenta. La cierra, la envuelve en papel de regalo, le pone un lazo y la abraza.

Tengo tu regalo, Y. Piensa.

21 de diciembre de 2009



(all the time spent dreaming's never lost)

(Dibujo y frase de Albert Aromir. Diseñador, ilustrador y... poeta)

Besos de mecromina


Érase una vez que era una Princesilla linda linda. Y feliz como una perdiz.

Princesilla hace días que ríe.

Escribe poemas. Hace pasteles. Compra flores

Hace días que Princesilla se acuesta tarde, se levanta repronto. Antes, mucho antes de que salga el sol.

Sueña. Y ríe. Y piensa. Imagina.

Hace días que Princesilla espera. Que él llegue, Que él la llame, que él le confiese un día que también escribe poemas, hace pasteles y compra flores, como ella. Que sueña que camina por el Palacio de la Luz, junto a ella.

Hace mucho que Princesilla no se siente tan princesilla en su palacio de cristal. Y por eso, camina flojito, casi levitando, pero contenta. Tiene miedo a romper los pasillos con su trote feliz.

Y se pasea, con su luz, enorme, del pasillo al comedor. Con su sonrisa de niña. No me mates con cuchillo, mátate con tenedor. Y sus andares de pandereta

P E R O

Ayer Princesilla estaba triste, muy triste. Esperaba.

Esperaba que él llegara.

Esperaba que le confesara que él no hacía poemas. Ni la soñaba. Ni la reía.

Esperaba que él le dijera que no quiere vivir en el Palacio de la Luz, junto a ella, ni hacer girasoles-giravidas de papel de celofán.

Ayer mi Princesilla estaba triste, requetetriste.

Le metí un puñado de besos de mercromina en el bolsillo.

Y la vi alejarse, arrastrando los pies, con la mano en el bolsillo, hundida en el saquito de besoscuralotodo.

17 de diciembre de 2009

un poco de buen humor para acabar el año...

Para todos aquellos que, como una, cada día luchan por mantenerse a flote como freelances...

Entrad en la web y explorad... no tiene desperdicio! http://www.apadrinaunfreelance.com/

12 de diciembre de 2009

My little words

Ayer fui al concierto de Russian Red en el Palau de la Música, en Barcelona. Me encantó. Iba algo recelosa porque el año pasado ya había visto a esta chica varias veces y temía que fuera muy similar a los anteriores conciertos. Es más, en alguna ocasión había llegado a pensar que estaba algo sobrevalorada. Pero no. Ni mucho menos. Russian Red ha crecido musicalmente. Y ayer lo demostró. Vino con una banda e hizo sus canciones grandes. Las versionó, de una manera espléndida. Tocó algunas canciones nuevas, preciosas y muy folkies, y versiones de otros artistas.

Una delicia, su música. A pesar de que ella sea más sosa imposible. De que no logre establecer ningún tipo de comunicación con el público y de que se haya empeñado en adoptar un personaje a medias entre tímido y lánguido.

Disfruté muchísimo su concierto. Los músicos con los que vino, geniales, sobre todo el batería, que se dejaba la vida.

Os dejo una versión que tocó con la que consiguió erizarme la nuca.

11 de diciembre de 2009

Encuentros y desencuentros





A veces, puedes encontrarte gente sin encontrártela. O desencontrarla encontrándotela.

A veces caminas por la calle y de repente, a unos pasos de ti, frente a un escaparate, aparece alguien que conociste bien una vez. Primero miras, con una mezcolanza de timidez, sorpresa e incluso vértigo. Y después los recuerdos comienzan a agolparse en forma de lágrimas en tus pupilas. Te viene a la cabeza aquel café en aquel barecito de aquella calle cerca de allí; aquel cumpleaños en que te regaló tal libro, que devoraste en dos noches, entusiasmada; aquellas canciones descubiertas; las miradas cómplices, los nervios de un viaje; un concierto; meses lluviosos en un país lejano. Cintas rayadas de tanto escuchar. Don't look back in anger. Secretos, dolores y tristezas compartidas.

Notas que al corazón se le sube el volumen. Se ralentiza, bum.......bum........ bum...... Y late, late, late muy alto muy alto. Como si quisiera llamar al otro. "Eh!! Que estoy aquí!"

A veces, miras a ese alguien, detenidamente. Y, mientras, cientos de personas cruzan de un lado a otro de la calle, con sus compras navideñas. Y piensas que el año pasado por estas fechas tú también llevabas una bolsa con un regalo con su nombre. Que el año pasado por estas fechas os llamasteis para felicitaros el 2009. Que el año pasado por estas fechas habrías corrido desde el otro lado de la calle para saludarla. Que el año pasado... tantas cosas.

El semáforo se pone en rojo. La gente se apresura a pasar al otro lado antes de que los coches arranquen. Tú sigues allí, de pie, como un estaquirote. O como dicen los franceses, poirroteando (plantados como un puerro). Inmóvil. La persona le echa un vistazo al escaparate. Tal vez busca un regalo, tal vez necesita unos zapatos. Te la imaginas dudando. Preguntándote: ¿tú te lo comprarías? "Yo creo que te queda bien, sí". Se medio gira y temes que te descubra, allí, entre la gente, observándola. Queriendo avanzar y tocarla. "Cómo te va? ¿Dónde te has metido? Te he echado de menos". El semáforo está a punto de cambiar a verde. Aquella persona comienza a caminar lentamente, distraída. Quieres apresurarte y saludarla. Pero entonces te das cuenta de aquel encuentro fortuito es un desencuentro más, que se suma a una larga lista de desencuentros que habéis ido acumulado durante aquel año. Llegas hasta su lado, y muy flojito, y le dices: "Feliz navidad. Ojalá estés bien". Mientras alrededor tuyo la gente sigue caminando, arriba y abajo, con sus compras; el tráfico circula, espeso, y comienza a refrescar. En un poquito encenderán las luces de navidad.

A veces, puedes encontrarte gente sin encontrártela. A veces puedes desencontrar a personas que una vez creíste que conocías bien y darte cuenta de que ahora, ya, son irremediablemente completos extraños.



De versiones. Don't look back in anger

9 de diciembre de 2009

Light my way

Al parecer, la cosa va de luz. Hoy al levantarme, tenía una cancioncilla en el correo.
Sobre luces. Sobre sombras. Sobre oscuridades que se desvanecen

Gran canción para comenzar el día.





Sometimes I feel like I don't know
Sometimes I feel like checking out
I want to get it wrong
Can't always be strong
And love it won't be long...


Oh sugar, don't you cry
Oh child, wipe the tears from your eyes
You know I need you to be strong
And the day is as dark as the night is long
Feel like trash, you make me feel clean
I'm in the black, can't see or be seen


Baby, baby, baby...light my way
(alright now)
Baby, baby, baby...light my way


You bury your treasure
Where it can't be found
But your love is like a secret
That's been passed around
There is a silence that comes to a house
Where no one can sleep
I guess it's the price of love
I know it's not cheap


(oh, come on)
Baby, baby, baby...light my way
(oh, come on)
Baby, baby, baby...light my way


Oh...ultraviolet...
Ultraviolet...
Ultraviolet...
Ultraviolet...


Baby, baby, baby...light my way


I remember
When we could sleep on stones
Now we lie together
In whispers and moans
When I was all messed up
And I had opera in my head
Your love was a light bulb
Hanging over my bed


Baby, baby, baby...light my way
(oh, come on)
Baby, baby, baby...light my way


Ultraviolet...
[repeat 4 times]


Baby, baby, baby...
Baby, baby, baby...
Baby, baby, baby...light my way
[repeat 3 times]


Baby, baby, baby...light my way

8 de diciembre de 2009

La chispa adecuada

Hoy Miss Caos publica en su página de Facebook un fragmento que me ha parecido idóneo para un día como hoy. Entra el solecito por mi ventana, abierta, y el viento agita la cortina, suave, casi la mece. Y he recordado con nostalgia el libro "Como agua para chocolate", de Laura Esquivel. Con nostalgia porque hace ya muchos años, porque en aquellos años descubrí la literatura mágica sudamericana. Y porque el libro es, simplemente, una delicia.

Dice Miss Caos que algunas personas nacen con una especie de don. De luz. Que las ilumina e ilumina a los demás. Como si fuera un faro enorme. Hay gente que se acerca para compartir esa luz. Otros, en cambio, son una especie de vampiros de luz, seres oscuros que aunque disimulen van dejando por allí por donde pasan oscuridad, y que se arriman a esos seres luminosos para robarles su luz y poco a poco, apagarla.



"Mi abuela tenía una teoría muy interesante, decía que si bien todos nacemos con una caja de cerillos en nuestro interior, no los podemos encender solos, necesitamos, como en el experimento, oxígeno y la ayuda de una vela. Sólo que en este caso el oxígeno tiene que provenir, por ejemplo, del aliento de la persona amada; la vela puede ser cualquier tipo de alimento, música, caricia, palabra o sonido que haga disparar el detonador y así encender uno de los cerillos. Por un momento nos sentiremos deslumbrados por una intensa emoción. Se producirá en nuestro interior un agradable calor que irá desapareciendo poco a poco conforme el tiempo, hasta que venga una nueva explosión a reavivarlo. Cada persona tiene que descubrir cuáles son sus detonadores para poder vivir, pues la combustión que se produce al encenderse uno de ellos es lo que nutre de energía al alma. En otras palabras, esta combustión es su alimento.

Si uno no descubre a tiempo cuáles son sus propios detonadores, la caja de cerillos se humedece y ya nunca podremos encender un solo fósforo"
(...)

Fragmento de la novela "Como agua para chocolate" de Laura Esquivel

6 de diciembre de 2009

3 de diciembre de 2009

Dear reader

Descubrí a este grupo de Sudáfrica, Dear Reader (la web es una delicia), un poco por casualidad y a través de este vídeo. Y me encanta. S me dice que cómo no voy a querer que me encasille musicalmente hablando si resulta que siempre me gusta todo lo folk. Aish.. qué le vamos a hacer... Cuando vi este cuento, no pude evitar sentirme un poco identificada con el prota. A veces, tras muchas patadas, la vida te pone por delante algo a lo que te aferras porque piensas que te va a sacar de allí. pero son más tus ganas de salir que realmente las oportunidades... y así acaba todo. Quizás lo interesante no es quedarse con el final, sino con que durante un tiempo, aunque efímero, fuimos felices. ¿No os parece?

Además, ¿quién no ha querido dejarse engañar un poquito a cambio de un tiempo de ilusión?


2 de diciembre de 2009

La mesa de trabajo de Picasso


A veces, no sé cómo, se me acumulan en la mesa de trabajo miles de objetos. Creo que tienen vida propia y aunque los deje en otro rincón de la habitación, o en alguna estantería, cuando me giro y no los veo, emprenden la marcha de nuevo y se amontonan, unos encima de otros, por la impresora, encima del teclado del ordenador, junto al ratón. A veces, al principio, no me doy cuenta. Y sólo cuando llevo un rato trabajando, noto que estoy incómoda y me descubro encogida, intentando manejarme entre tanto trasto. Un caos, vamos. Me niego a creer que sea desordenada. ¡Más bien se trata de una rebelión!


A veces, no sé cómo, se me acumulan cosas en la vida. Y ayer hablando con Miss Caos sobre Picasso, me contó una anécdota que hoy creo que me viene la mar de bien. Resulta que al genial pintor le ocurría algo parecido. Cuando se disponía a dibujar, tenía nque abrirse paso entre cuadernos, botes de pintura, hojas, paletas... Y con algo más de genio del que yo tengo, apartaba todo, ¡zás! ¡zás!, hasta dejar la mesa limpia. Entonces, sólo entonces, se ponía a dibujar. Porque con tanta cosa molestando, es más difícil centrarse, concentrar nuestra atención en algo.ç

Me decía Miss Caos que ésta es una buena metáfora de la vida. Y es cierto. En ocasiones tendemos a acumular responsabilidades, personas, hábitos, incluso lugares, que no nos dejan ver. Nos llenamos hasta las cejas de cosas, tantas, que no nos dejan ver más allá. Y creo que a veces vale la pena detenerse y pensar por un momento. Observar y observarnos desde fuera. Intentar tener algo claro qué queremos y entonces limpiar nuestra mesa de cosas que no suman.

Estos días ando enfrascada en la lectura de Elogio de la lentitud, un libro casi terapéutico que mi buena amiga A me recetó ante mi crispado estado de aceleración. Y creo que la anécdota de la mesa picassiana mucho tiene que ver con lo que Carl Honoré, el periodista que escribe este manual pro slow life, cuenta. A veces vamos tan y tan rápido por la vida, que no tenemos tiempo para dedicarnos a lo que de verdad importa. Y tampoco para deternenos, pensar, y decidir qué dejar en la mesa, qué quitar.

Yo, de momento, me contento con poder parar, de vez en cuando, y echarme un vistazo. A ver...